Las consolas en sí son la parte más cara a la hora de comprar en una nueva generación, pero también resultan caras para los fabricantes, dejando un mínimo margen de beneficios. ¿Cuál es ese margen? Ahora lo veremos.
Sabiendo que ambas consolas ya se han lanzado o se van a lanzar pronto (depende de la zona), no es de extrañar que estén por un precio considerablemente alto. Pero este precio, ¿A qué se debe?
Por un lado tenemos a Playstation 4, con un precio en el mercado americano de 399 dólares, precio que puede resultar un tanto caro, pero se hace un poco más comprensible cuando sabes que la memoria y el procesador de la consola ya cuestan 188 dólares, y eso teniendo en cuenta que se trata de un precio de mayorista. Ya terminada, cada Playstation 4 ha costado un total de unos 380 dólares para fabricarla, lo cual deja un beneficio que apenas llega a los 20 dólares. Tanto bien que les ha hecho, si la consola se estropea con facilidad.
Mientras tanto, al otro lado, nos encontramos con XBOX One y su impresionante precio de 499 dólares, y normalmente se le echa la culpa a la adición obligatoria de Kinect como ese salto de 100 dólares. Pero en realidad, la fabricación de una XBOX One cuesta unos 330 dólares, precio que parece bastante bueno, hasta que consideramos que se trata de la consola por sí sola. Con el añadido de todos los extras que vienen en la caja, y el de montarla, acercan peligrosamente el precio a los 400 dólares, cosa que si se vendiese a 399 dejaría unos beneficios de unos dos o tres dólares por consola. Por supuesto, el añadido de Kinect para XBOX One termina de subir el precio. Con su precio de 499 dólares tienen casi 30 dólares de beneficio por consola, aunque si no las van a hacer bien, quizá deberían gastarse una pizca más.
Es poco probable que bajen de precio las consolas, aunque quizá haya esperanza todavía para que los juegos lo hagan.